Decía Robert Louis Stevenson que la política es la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación y tenía razón pero no es menos cierto que hay una cualidad imprescindible para tener éxito en política, para lograr atraer a una comunidad centrada en sus propios problemas en torno a una serie de principios. Esta cualidad no es otra que el liderazgo político.
En el mundo militar y en la empresa privada existen ejemplos claros de buen liderazgo, pero en el mundo político y especialmente en los últimos años observamos precisamente lo contrario, la falta de un líder que en tiempos de incertidumbre pueda servir de referente por sus virtudes para guiar una Nación.
Prestancia, comunicación, imagen, dedicación, son atributos que no son ajenos a la figura del líder político, pero ahora bien, ¿Cuáles son las características que definirían el liderazgo político de nuestro tiempo? ¿cuáles son los rasgos por los que reconoceremos, indubitadamente, a un líder político?
1. La credibilidad. En nuestros días es la cualidad más importante para un líder. El
descrédito actual que vive la clase política sólo podrá superarse gracias a
ella. En Norteamérica, Barack Obama consiguió crear esta credibilidad
haciendo del yes, we can toda una declaración de Estado. Haciendo
a los americanos conscientes de que si algo se proponían podría hacerse
realidad. Si hoy en día preguntásemos si el Presidente americano es un líder
nato, la respuesta estaría condicionada, como no, por los resultados, pero la
perspectiva histórica debe servir para juzgar las conductas en cada momento y
en 2008 Obama, sin duda, era el líder, el reflejo de toda una Nación bajo un
patrón común.
2. La firmeza. La política no
es terreno para pusilánimes y mucho menos en tiempos de crisis. Ver dudar a un
oficial en el campo de batalla es un anticipo de un fracaso seguro y en un
espacio, el de la política, en el que valores son el combustible de una máquina
diseñada para gobernar, la firmeza, y la resolución son cualidades que
proporcionan seguridad a los ciudadanos. Esta cualidad, como ya se ha señalado,
esencial en tiempos de crisis, está precisamente ausente del discurso y del
relato político occidental actual. Winston Churchill es, quizá, el
principal representante de este valor. Su determinación en la lucha de un
pueblo contra la barbarie le llevó precisamente a ejercer su liderazgo desde la
firmeza.
3. La autoridad. Distingámoslo de
la firmeza, puesto que, mientras que la primera se refiere a la imposición y la
previsibilidad del yo, la autoridad se ejerce frente al resto. También es
conveniente diferenciarla del autoritarismo que convierte al líder político en
un caudillo local, en una persona que pierde la referencia del partido para
convertir la política en él mismo. En este caso, la gran mayoría de caudillos
políticos se dan en el ámbito local donde confluyen la cercanía de la acción
política con la comunicación directa con el ciudadano. Rudolph Giuliani,
el emérito alcalde de Nueva York que lideró la recuperación de la ciudad frente
al vandalismo supo marcar la distinción entre el líder y el caudillo
preservando en todo momento la búsqueda del bien común.
4. La honestidad. El líder político necesita, al igual que el mando en el Ejército, ser
honesto con sus votantes, con los ciudadanos. Cuando el 9 de mayo de 1950, Robert
Schuman, el político francés – de origen luxemburgués –, declaró como se
construiría la futura Unión Europea no ocultó en su mensaje el esfuerzo y el
sacrificio a realizar. Sería, precisamente, a través de las realizaciones
concretas, del paso a paso, como se configuraría el mayor espacio de democracia
política y económica en la historia de nuestro Continente.
5. La convicción. El líder político actúa conforme al diálogo, no a la imposición. Su
autoridad en este sentido es más moral que ejecutiva porque realmente convence
tanto a sus seguidores como incluso a sus adversarios. Muhatma Gandhi es
el símbolo perfecto de esta cualidad. Su simple influencia moral le bastó para
derrotar a un imperio basando su victoria en principios irreductibles frente al
autoritarismo.
6. La empatía. Vital en el
siglo XXI. A menudo observamos cómo los políticos se asemejan cada vez más
actores del Club de la Comedia en sus mítines. No se trata de eso, ni de ser
simplemente gracioso. Se trata de empatizar con aquellos ciudadanos que, a
pesar de no estar pasando por una buena situación, consiguen llamar su atención
y visualizarse como la solución a ese problema. Esta característica es quizá la
más etérea del liderazgo político pero, sin duda, es la más importante en el
siglo de lo audiovisual, de lo inmediato, de lo intangible. A John
Fitzgerald Kennedy simplemente le bastaba un gesto, una mirada para
transmitir una idea, pero también era capaz de captar los sentimientos de sus
ciudadanos y convertirlos en su trabajo: la política.
Estas seis características no son, por supuesto,
excluyentes de otras muchas que conforman al líder político pero sí son las
principales razones por las que un líder puede ser percibido como tal en
nuestro siglo. Quizá sea sólo una casualidad pero son seis líderes políticos
masculinos con seis virtudes en femenino. Los tiempos, incluso para los
líderes, están cambiando.
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